Una variante de los churros (pero con mayor grosor) son las porras, hechas con una masa semejante a la de los churros, pero incorporando bicarbonato sódico, y un poco más de agua, lo que las hace más huecas y crujientes. En general se fríen en una rosca grande que luego se corta con tijeras en trozos más pequeños.
Los churros con forma de lazo, crujientes y estriados son conocidos como "churro madrileño" pero en otras regiones de España, incluso provincias vecinas de Madrid, se emplea la palabra churros para referirse a las porras, que son churros más esponjosos, ya que no se conoce el origen exacto de estos aunque se sabe con certeza que fue en la península Ibérica. Sin embargo, la comercialización de churros de lazo congelados ha hecho que el consumo de los churros sea común en cualquier provincia.
En algunas provincias del sur de España, especialmente en Granada, los churros también se denominan tejeringo, en alusión, según indica la Real Academia de la Lengua, al instrumento en forma de jeringa utilizado en su elaboración.5 Tienen su origen en la repostería española.6
Con la llegada de los puestos ambulantes a las ferias, se creó otra variante de churros rellenos o cubiertos de chocolate. Normalmente, estos establecimientos venden porras más esponjosas y con forma de lazo para permitir insertarlas en varillas de junco u onqueras.
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